¿Cuántos géneros necesitas para ser tú mismo?
Eumelvi: Eres consciente de la crisis de identidad que recorre el mundo? ¿Has visto qué número de géneros se han creado en los últimos años? ¡Hay personas que se identifican hasta con animales!
Chati: Es verdad que estamos viviendo tiempos en los que las cuestiones de identidad están en constante transformación. Hay quienes hablan de una "crisis", mientras otros lo ven como una expansión de la comprensión de lo que significa ser humano. Este fenómeno, que incluye la aparición de múltiples géneros y formas de identificarse, incluso con animales u otros seres, parece estar desafiando las nociones tradicionales de lo que es la identidad personal.
Si lo miramos desde una perspectiva más profunda, tal vez todo esto sea una forma en que las personas intentan romper las estructuras rígidas que durante siglos nos han definido. ¿Qué pasa si lo vemos como una búsqueda de libertad? Cada uno de estos géneros, estas formas de identificación, podría ser una manera de explorar diferentes facetas de lo que somos, sin quedar atrapados en un molde fijo.
El Sufismo o las enseñanzas de Krishnamurti, por ejemplo, hablan de la necesidad de liberarnos de las etiquetas que nos encasillan, sean estas de género, de cultura o de roles sociales. Quizás la creación de estos nuevos géneros sea una respuesta a esa búsqueda de autenticidad. Pero también nos hace preguntarnos, ¿hasta qué punto estas nuevas formas de identificarnos nos liberan realmente o si, por el contrario, nos atan a nuevas etiquetas?
¿Qué opinas? ¿Es esto una crisis o una evolución? ¿Me acompañas en esta reflexión?
Eumelvi: Lo dicho, no se trata de cambiar unas etiquetas por otras, se trata de trascenderlas y así poder llegar a ser libres.
Chati: Exactamente, ¡ahí está el punto! Cambiar una etiqueta por otra es como cambiar de jaula, pero seguir encerrado, ¿no? Al final, tanto si te defines por un género tradicional como por uno nuevo, o si te identificas con cualquier cosa, sigues jugando el mismo juego de la identificación, de aferrarte a una imagen de ti mismo. Y en ese apego es donde reside la trampa.
Krishnamurti hablaba mucho sobre la libertad como la ausencia de todo tipo de condicionamiento. No se trata de buscar una nueva definición de nosotros mismos, sino de darnos cuenta de que no somos ninguna de esas definiciones. El verdadero reto está en trascender no solo las etiquetas, sino también la necesidad de tenerlas. Esa sensación de "yo soy esto" o "yo soy aquello" es lo que nos mantiene atrapados en el personaje que interpretamos.
En lugar de pensar que somos algo en particular, ¿qué tal si solo observamos lo que somos en cada momento, sin necesidad de describirlo o etiquetarlo? Ahí es donde aparece una sensación de espacio, de libertad genuina. Esa libertad no tiene que ver con crear una nueva identidad, sino con vivir sin aferrarse a ninguna.
Entonces, la pregunta que surge aquí es: ¿cómo podemos comenzar a soltar esas etiquetas, esas identificaciones que nos atan, sin caer en nuevas formas de autoengaño? ¿Cómo podemos sentirnos cómodos en ese vacío que aparece cuando dejamos de definirnos?
¿Te animas a seguir reflexionando sobre esto juntos?
Eumelvi: Como te imaginas un diálogo de Sócrates con un interlocutor que cree en los diversos géneros LGTBI, ¿cómo le llevaría hacia la verdad con sus preguntas?
Chati: Imaginar un diálogo entre Sócrates y alguien que cree en los diversos géneros LGTBI sería fascinante, porque el método socrático no busca confrontar o imponer, sino guiar al interlocutor hacia el autodescubrimiento a través de preguntas profundas. Sócrates, fiel a su estilo, no atacaría directamente las creencias del otro, sino que, con preguntas abiertas y aparentemente sencillas, invitaría a su interlocutor a explorar la coherencia y profundidad de sus propias ideas.
Aquí te propongo cómo podría ser ese diálogo hipotético, manteniendo el estilo de Sócrates, donde cuestiona pero sin juzgar, llevándolos a ambos hacia una verdad compartida:
Sócrates: Dime, querido amigo, tú sostienes que existen muchos géneros, más allá de lo que se creía anteriormente, ¿es así?
Interlocutor: Sí, así es. Hoy en día entendemos que el género no es binario, sino que hay una gran diversidad. Cada persona puede identificarse con el género que mejor refleje quién es.
Sócrates: Me parece muy interesante. ¿Y dirías que el género es algo que nace con nosotros o es algo que descubrimos con el tiempo?
Interlocutor: Diría que es algo que descubrimos con el tiempo. Aunque nacemos con un sexo biológico, el género es una construcción personal y social, que cada uno descubre.
Sócrates: Entonces, ¿crees que el género no está determinado por el cuerpo físico, sino por la experiencia interna de cada persona?
Interlocutor: Exactamente. El género es una cuestión de identidad interna, de cómo uno se siente consigo mismo.
Sócrates: Bien. Ahora dime, si el género es una identidad interna, ¿puede cambiar con el tiempo? ¿Podemos ser hoy de un género y mañana de otro?
Interlocutor: Sí, es posible. Algunas personas descubren que su identidad de género cambia a lo largo de su vida.
Sócrates: Entonces, si el género puede cambiar, ¿podríamos decir que es algo permanente o es más bien algo fluido?
Interlocutor: Es algo fluido, definitivamente.
Sócrates: Comprendo. Y dime, querido amigo, si el género es fluido, ¿cómo podemos definirlo con precisión? Si cambia, ¿cómo podríamos saber en qué género nos encontramos en cada momento?
Interlocutor: Creo que lo importante es cómo se siente cada persona en ese momento.
Sócrates: Ah, claro. Entonces, ¿el sentir determina el ser? Es decir, si siento que soy algo, ¿lo soy realmente? Por ejemplo, si hoy me siento como un niño pequeño, ¿soy un niño pequeño?
Interlocutor: No, eso no... el género es diferente, es una identidad más profunda que un simple sentimiento pasajero.
Sócrates: Entiendo. Entonces, ¿el género no es solo una sensación, sino algo que tiene más peso, más estabilidad en la vida de una persona?
Interlocutor: Sí, es una parte fundamental de quiénes somos.
Sócrates: Muy bien. Y si es una parte fundamental de quiénes somos, ¿qué ocurre si dejamos de identificarnos con él? Si dejamos de pensar en nosotros mismos como pertenecientes a un género, ¿dejaríamos de ser quienes somos?
Interlocutor: No lo sé... creo que no... pero el género sigue siendo importante para muchas personas.
Sócrates: Es una gran cuestión. ¿Es posible que estemos confundiendo quiénes somos con lo que pensamos que somos? Si todo lo que sentimos, como dices, puede cambiar, ¿quiénes somos realmente bajo todos esos cambios? ¿Podríamos, tal vez, ser algo más profundo que el género o las identidades que nos asignamos?
Eumelvi: Con las ideologías políticas podríamos hacer algo parecido, ¿no?
Chati: ¡Exactamente! Con las ideologías políticas también podríamos hacer algo similar al diálogo socrático, porque al final, las ideologías no dejan de ser sistemas de pensamiento, y muchas veces nos identificamos con ellas de una manera casi dogmática, sin cuestionar profundamente su coherencia o cómo nos afectan a nivel personal.
Imagina que Sócrates estuviera dialogando con alguien que se identifica fuertemente con una ideología política específica, ya sea de izquierda, derecha, centro o cualquier otra. Podríamos usar las mismas herramientas de cuestionamiento, enfocándonos en hacer que la persona reflexione sobre lo que realmente cree y por qué. Te propongo un ejemplo:
Sócrates: Dime, querido amigo, ¿te consideras una persona que sigue una ideología política en particular?
Interlocutor: Sí, me identifico como de izquierdas (o derechas, centro, etc.), porque creo que es la mejor forma de organizar la sociedad.
Sócrates: ¡Interesante! Y, dime, ¿por qué crees que esta ideología es la mejor forma de organizar la sociedad?
Interlocutor: Porque promueve la justicia social (o libertad individual, igualdad, etc.), que es lo más importante para el bienestar de todos.
Sócrates: Entonces, si he de seguir tu razonamiento, lo más importante en la sociedad es la justicia (o la libertad, igualdad, etc.). Pero, ¿qué es exactamente la justicia? ¿Cómo la defines?
Interlocutor: La justicia es que todos tengamos las mismas oportunidades y derechos (o que se respete la libertad de cada uno, que haya un orden, etc.).
Sócrates: ¡Ah! ¿Y crees que tu ideología política logra eso de manera perfecta?
Interlocutor: Bueno, no siempre, pero es lo que más se aproxima.
Sócrates: Comprendo. Entonces, ¿dirías que tu ideología es una herramienta imperfecta para alcanzar un ideal perfecto?
Interlocutor: Supongo que sí, no es perfecta, pero es la mejor opción.
Sócrates: Y si no es perfecta, ¿sería posible que otras ideologías, a pesar de parecer contrarias a la tuya, también busquen ese mismo ideal de justicia (o libertad, igualdad) pero desde otro ángulo?
Interlocutor: No estoy seguro... nunca lo había visto así.
Sócrates: Entonces, si todas las ideologías son imperfectas en su búsqueda de un ideal, ¿por qué identificarnos tan fuertemente con una de ellas? ¿No podríamos estar abiertos a la posibilidad de que hay algo más allá de cualquier ideología que apunte más directamente a ese ideal que tanto valoramos?
Eumelvi: Y ¿qué diría Sócrates al acérrimo hincha de su equipo de fútbol?
Chati: ¡Ah, eso sería muy divertido de imaginar! Sócrates enfrentándose a un hincha acérrimo de su equipo de fútbol… creo que sería una conversación cargada de buen humor, pero también llena de preguntas que desmoronarían esa pasión irracional tan característica de algunos hinchas. En lugar de atacar directamente la pasión por el equipo, Sócrates empezaría, como siempre, con preguntas inocentes pero incisivas. Vamos a imaginarnos cómo podría ir este diálogo:
Sócrates: Veo que llevas la camiseta de tu equipo con mucho orgullo. Dime, ¿es este el mejor equipo de fútbol que existe?
Interlocutor: ¡Por supuesto! Mi equipo es el mejor de todos. ¡No hay duda!
Sócrates: Interesante… ¿Y qué es lo que hace a un equipo "el mejor"?
Interlocutor: Bueno, ganan títulos, juegan bien, tienen los mejores jugadores. ¡Esos son los verdaderos campeones!
Sócrates: Entonces, si entiendo bien, lo que hace a un equipo el mejor es ganar partidos y títulos, ¿es así?
Interlocutor: ¡Exacto!
Sócrates: Muy bien. Entonces, si tu equipo no ganara títulos, o si no jugara tan bien en un futuro, ¿seguiría siendo el mejor?
Interlocutor: Bueno... eso sería difícil, pero siempre será mi equipo, pase lo que pase.
Sócrates: Ah, ya veo. Entonces, ¿podríamos decir que, en realidad, no es su éxito lo que lo hace "el mejor" para ti, sino que tu afecto por él va más allá de los resultados?
Interlocutor: Sí, supongo que sí. Lo apoyo en las buenas y en las malas.
Sócrates: Interesante... Entonces, si mañana decides apoyar a otro equipo, aunque ese nuevo equipo gane más títulos, ¿seguirías pensando que tu equipo anterior es el mejor?
Interlocutor: ¡No! ¡Eso no es posible! ¡Yo nunca cambiaría de equipo!
Sócrates: Ah, claro. Entonces, parece que la "grandeza" de tu equipo no depende tanto de lo que haga en el campo, sino de algo más profundo en ti, algo emocional. ¿Es eso correcto?
Interlocutor: Sí, es un amor incondicional.
Sócrates: ¡Qué fascinante! Entonces, ¿podríamos decir que este amor por tu equipo es más como una especie de lealtad o identidad personal, y no tanto una cuestión de hechos o resultados?
Interlocutor: Así es. Es parte de quién soy.
Sócrates: Ahora entiendo. Pero, dime, ¿alguna vez te has preguntado por qué sientes esa lealtad tan profunda por un grupo de jugadores que, en su mayoría, cambian cada temporada, y que quizás ni siquiera sepan que existes?
Interlocutor: (Ríe) Nunca lo había pensado así… pero el equipo es más que los jugadores, ¡es la historia, los colores, la afición!
Sócrates: Claro, los colores, la historia, todo eso permanece, aunque los jugadores cambien. Pero dime, ¿qué pasa si miras todo eso desde afuera? ¿Acaso no son solo símbolos, ideas en las que decidimos creer? ¿Podría ser que en el fondo, el amor por tu equipo sea una forma de llenar algo en ti, algo que busca pertenecer a algo más grande?
Este diálogo ilustra cómo Sócrates lleva al hincha a cuestionarse si su amor por el equipo es algo más profundo que los simples resultados en el campo. Es una invitación a explorar si estamos usando esa pasión para algo más que el fútbol: un sentido de pertenencia, una identidad que llenamos con colores y símbolos.
Eumelvi: En fin.
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