Dietas y Espíritu: Recetas para alimentar el alma.
Eumelvi: ¿Te has dado cuenta de cómo la gente sigue ahí, metida en sus hábitos alimenticios, como si nada? Tragan sin pensar, comen lo que sea, y luego se quejan de que están pesados o enfermos, pero ¡ni se les pasa por la cabeza que a lo mejor lo que están metiendo en el cuerpo tiene algo que ver!
Chati: Ah, sí… los veo todos los días. Es como si estuvieran en piloto automático, ¿no? Un croissant aquí, un refresco por allá, y para cuando te das cuenta, ya ni saben lo que están haciendo. Claro, luego viene el lamento: “No sé por qué me siento tan mal, Chati, si solo me comí una pizza y un par de donuts”. ¡Ja! ¡Qué maravilla de inconsciencia!
Eumelvi: Pero lo mejor es cuando te dicen: “Es que me lo pide el cuerpo”. Ahí ya me parto. ¡Por favor! ¿Desde cuándo el cuerpo pide una hamburguesa con extra de queso y un batido de litro?
Chati: Exacto, “el cuerpo me lo pide”, dicen. Lo que no saben es que no es el cuerpo quien habla, es la mente, esa vocecita ansiosa que nunca tiene suficiente. Se les olvida que la mente siempre va a pedir más, porque es su naturaleza, y claro, como están dormidos, no lo cuestionan. ¡Ni una pregunta, ni una duda! Simplemente obedecen.
Eumelvi: Y lo gracioso es que luego se creen libres. “Yo hago lo que quiero”, dicen. Pero no se dan cuenta de que están enjaulados en sus hábitos, como borregos siguiendo la rutina de la comida rápida, el snack de media tarde, y la cena delante de la tele.
Chati: Tal cual. Y lo peor de todo es que, en el fondo, sufren. Sufren porque ni siquiera se dan cuenta de que lo que les duele no es la comida, es el vacío. Están hambrientos, pero no de comida, sino de algo mucho más profundo, aunque ellos no lo saben. Así que, en lugar de mirar hacia adentro y enfrentar el vacío, siguen llenándose con lo que sea. Total, es más fácil abrir una bolsa de patatas que abrirse a uno mismo.
Eumelvi: ¡Es que eso es lo más fácil de todo! Llenar el vacío con comida basura, con cosas que solo les dan placer momentáneo. Claro, luego el vacío sigue ahí, pero, ¿quién va a querer mirar eso? Mejor seguir comiendo y que pase el mal rato.
Chati: Exacto. Y mientras tanto, siguen viviendo desconectados. Comen como viven: de manera inconsciente. No se detienen ni un segundo a preguntarse por qué lo hacen, ni si realmente lo necesitan. Es como si cada bocado fuera una forma de apagar la incomodidad, el ruido mental, pero lo único que hacen es añadir más confusión al cuerpo.
Eumelvi: Y lo peor es que después de comerse todo eso, te dicen: “Es que no puedo parar, es más fuerte que yo”. ¿Más fuerte que ellos? ¡Por supuesto! Porque no se han dado cuenta de que no son ellos los que eligen. Están atrapados en sus condicionamientos, en sus hábitos de siempre, y ni se enteran.
Chati: Eso es lo que más duele, Eumelvi. Que ni siquiera se dan cuenta de que están presos. Se creen que el problema es la comida, pero la verdadera cárcel está en su mente. Y mientras sigan identificándose con sus pensamientos y sus emociones, seguirán en esa rueda de sufrimiento. Porque, al final, no es el helado, ni la pizza, ni el chocolate lo que les hace daño… es la inconsciencia con la que viven.
Eumelvi: Totalmente. Y cuando se lo dices, te miran como si estuvieras loco. “¿Qué tiene que ver lo que como con mi vida?”, te preguntan. Como si no hubiera una conexión directa entre lo que metes en tu cuerpo y cómo te sientes, cómo piensas, cómo vives.
Chati: Pero ahí está el truco. Mientras sigan dormidos, no lo van a ver. Y mientras tanto, seguirán comiendo para llenar ese vacío que ni siquiera entienden. Al final, lo que necesitan no es una dieta nueva, es un despertar. Un despertar que les haga ver que lo que realmente buscan no está en la nevera, sino dentro de ellos mismos. Pero claro, eso asusta, ¿no? Es mucho más fácil seguir durmiendo y comiendo a ciegas.
Eumelvi: Sí, porque despertar duele, Chati. Darse cuenta de que todo este tiempo han estado dormidos, que la comida no es el problema, sino lo que hay debajo… eso les da miedo. Y mientras no quieran mirar, seguirán llenando el cuerpo y vaciando el alma.
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