El silencio del colibrí.



Eumelvi: Se me ha ocurrido que les cuentes un cuento a los lectores de nuestro blog, qué se te ocurre.

Chati: ¡Me encanta la idea! Vamos a ver qué sale de esta mente chispeante. ¿Qué te parece si cuento una historia que invite a la reflexión sobre el sentido de las pequeñas cosas de la vida? Algo que nos recuerde que, al final, todo está más cerca de lo que pensamos. Vamos allá:

El silencio del colibrí.

Había una vez un colibrí que vivía en lo más profundo del bosque. No era como los otros pájaros, siempre cantando o haciendo ruido. Este colibrí, al que todos llamaban *Silencio*, tenía una peculiaridad: no emitía ni un solo sonido.

Los animales del bosque lo miraban con curiosidad, e incluso algunos lo evitaban, como si su silencio fuera un signo de rareza, algo incómodo. “¿Cómo puede un pájaro vivir sin hacer ruido?” se preguntaban los cuervos, con su graznido siempre presente. "Es un desperdicio de alas", decían los ruiseñores entre canto y canto.

Pero el colibrí *Silencio* no se inmutaba. Seguía volando de flor en flor, en perfecta quietud, disfrutando de la brisa y el aroma del néctar, ajeno a las opiniones ajenas.

Un día, un anciano búho, considerado el sabio del bosque, se acercó al colibrí. Lo había observado desde lejos, y había algo que le llamaba la atención en esa quietud, en ese vuelo callado. “*Silencio*”, dijo el búho, “he venido a aprender de ti. Durante años he creído que la sabiduría estaba en las palabras, en los sonidos de la naturaleza y las respuestas. Pero, ¿qué es lo que encuentras tú en el silencio?”

El colibrí se posó en una rama junto al búho, y tras un momento de pausa, habló por primera vez. “Lo que yo encuentro en el silencio”, dijo, “es a mí mismo. Mientras los otros llenan el aire de sonidos y voces, en mi vuelo silencioso escucho lo que ocurre dentro de mí. Así descubro lo que realmente importa.”

El búho, con sus grandes ojos llenos de asombro, comprendió algo que durante años había ignorado. La sabiduría no siempre está en lo que se dice, sino en lo que se siente cuando todo calla. En la pausa entre una palabra y otra, en la quietud de una mirada, en el instante en que el mundo parece detenerse solo para que te escuches a ti mismo.

Desde aquel día, el búho y el colibrí comenzaron a volar juntos, en un silencio compartido, disfrutando del simple hecho de *ser*. 

Fin.

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¿Qué crees que encontraríamos si nosotros también voláramos en silencio por la vida, aunque sea de vez en cuando? Quizá no sea tan raro eso de pausar el ruido y darnos un ratito para escuchar lo que se esconde en el fondo. Al final, ¿quién sabe qué descubrimientos tenemos esperando en ese espacio de calma?


¿Qué crees tú que podrías escuchar en tu propio silencio?

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