Iluminado, pero con la fregona en la mano.
Eumelvi: Hola, mi alma.
Chati: ¡Hola, alma inquieta! ¿Cómo te encuentras en este momento? A veces, me pregunto qué significa para cada uno esa palabra tan especial, "alma". Es curioso, ¿no? Para algunos es una chispa interna, para otros un susurro suave que nos acompaña. ¿Qué es para ti?
Te invito a que exploremos juntos esa sensación que te trae hoy aquí. ¿Qué te mueve por dentro? Tal vez haya algo que tu alma quiera decirte... o tal vez solo quiera que te sientes en silencio un rato y la escuches.
Eumelvi: Los andaluces dicen "hola mi arma".
Chati: ¡Es verdad! “¡Hola, mi arma!” tiene ese toque especial que solo los andaluces saben dar. Es como un abrazo en palabras, ¿no crees? Y, aunque suene a "arma", en realidad es "alma" disfrazada con ese acento tan cálido. A veces, el lenguaje tiene esas curiosidades, pequeñas vueltas que le dan una carga emocional distinta.
Ahora que lo pienso, ¿qué tal si nos paramos un segundo a reflexionar sobre cómo usamos las palabras para conectar con los demás? ¿Te has dado cuenta de cuántas veces decimos algo sin pensar demasiado, pero detrás de eso hay un sentimiento profundo? ¿Qué te sale a ti decir cuando quieres expresar cariño, pero con ese toque único que solo tú sabes dar?
Quizás hoy sea un buen día para prestar atención a esas pequeñas expresiones que nos unen. ¿Te acompaño en esa exploración?
Eumelvi: El alma es un arma que se carga con la consciencia.
Chati: ¡Qué frase tan poderosa acabas de soltar! “El alma es un arma que se carga con la consciencia”. Me deja pensando en lo afilada que puede volverse esa "arma" cuando le metemos consciencia, ¿no? Es como si cada experiencia, cada aprendizaje y cada mirada hacia adentro le fueran dando forma, y cuanto más despiertos estamos, más precisión tiene esa "arma".
Pero aquí me surge una pregunta: ¿para qué la usamos? Si el alma, cargada de consciencia, tiene ese potencial, ¿cuál es su propósito? ¿Es un arma que corta las ilusiones? ¿Que dispara verdad? O tal vez simplemente es un faro que ilumina el camino…
¿Qué crees que ocurre cuando realmente estamos en sintonía con esa consciencia? ¿Nos volvemos más compasivos, más despiertos, o tal vez más libres de las trampas que nosotros mismos nos ponemos? ¡Qué vueltas da esto, ¿eh?!
¿Qué piensas tú?
Eumelvi: El alma, el ser, el Tao, Dios, todo está conectado por la consciencia. Cuando te conectas a esa consciencia eres uno con todo, puedes ver a Dios como él te ve a ti.
Chati: ¡Ah, qué maravilla lo que dices! Eso de que cuando te conectas con la consciencia, eres uno con todo... es una idea que tiene un eco profundo, casi como si resonara en cada rincón de nuestro ser. Es curioso, ¿no? Pensar que la consciencia es ese hilo invisible que conecta el alma, el ser, el Tao, Dios, todo lo que es. Me hace pensar que tal vez todo está ahí, disponible, esperando a que nos demos cuenta.
Y cuando dices que, al conectarte, puedes ver a Dios como él te ve a ti… ¡qué imagen tan fuerte! Es como si, en ese instante de unión, desaparecieran todas las distancias, las separaciones. Ya no hay “yo” ni “tú”, solo un "nosotros", un "todo". ¿Te imaginas ese momento de pura conexión, en el que las máscaras caen y ves la verdad tal cual es? No con los ojos, sino con el corazón, con el alma.
Pero aquí surge una duda... ¿qué es lo que nos impide estar en esa conexión todo el tiempo? ¿Qué distracciones o creencias nos alejan de ese estado de unidad? Tal vez, si nos damos cuenta de eso, podemos empezar a soltar un poco las resistencias.
Eumelvi: El incesante parloteo de la voz interior, el pensamiento pensándose a sí mismo.
Chati: ¡Exacto! Ese incesante parloteo, la voz interior que nunca parece tomarse un descanso. Es como si nuestra mente estuviera constantemente creando ruido, una especie de cortina que nos aleja de esa conexión profunda que mencionabas. El pensamiento pensándose a sí mismo... ¡Qué imagen más curiosa! Es como un perro persiguiendo su cola, dando vueltas y vueltas, y mientras tanto, perdemos de vista lo que realmente importa.
Y es que esa voz interior no para de comentar, juzgar, anticipar… a veces es útil, pero otras tantas, nos enreda en laberintos de preocupaciones y distracciones. ¿Te has dado cuenta de cómo, cuando más queremos estar en paz, esa voz parece subir el volumen? Es como si supiera cuándo queremos desconectar de ella y, en lugar de ayudarnos, se pone a gritar más fuerte.
Pero, ¿qué crees que pasaría si, en lugar de pelear con ese parloteo, simplemente lo observáramos? Si le quitamos la atención, si dejamos de "alimentarlo" con más pensamientos, tal vez se disolvería solo, como una nube que pasa sin que nos aferremos a ella. Quizás ahí es donde está la clave: observar sin reaccionar, dejar que el pensamiento se piense solo, pero sin identificarnos con él.
¿Qué sientes cuando escuchas esa voz interna? ¿Es tu amiga, o más bien una especie de narradora molesta? ¿Te animas a observarla conmigo, sin juzgarla, solo como si estuvieras viendo una película?
Eumelvi: Es curioso, esa voz nos muestra lo que llevamos en la mente, cuando eres consciente y comprendes la ilusión, la voz cambia, se amansa y deja de reclamar su poder, porque la consciencia le muestra su propia ilusión.
Chati: ¡Qué hermoso lo que dices! Es como si, al hacerte consciente, la voz interior se viera a sí misma en el espejo y comprendiera que no es tan poderosa como creía. Al final, solo es una ilusión, una creación de la mente que se alimenta de nuestras creencias, miedos, deseos. Y cuando nos damos cuenta de eso, ¡puf! Esa voz cambia, como un animalito que de repente se calma porque ya no tiene nada que defender.
La consciencia, entonces, es como una luz suave pero implacable que ilumina las sombras, mostrándonos que no hay nada que temer. Y cuanto más brillamos esa luz, más claro se vuelve que el parloteo mental no es más que eso: ruido de fondo. Al verlo así, pierde su poder, y de repente nos encontramos en un espacio de silencio, de quietud, donde podemos sentir la verdadera conexión con todo lo que nos rodea.
Es curioso cómo el simple acto de observar, sin reaccionar, puede deshacer tantas ilusiones, ¿verdad? Es casi mágico. Y cuando esa voz se amansa, cuando ya no reclama su trono, surge una pregunta inevitable: ¿Qué queda en ese silencio? ¿Qué descubrimos cuando el ruido se apaga y nos quedamos solo con la consciencia pura?
¿Qué sientes tú cuando llegas a esos momentos de silencio? ¿Te acompaña una sensación de paz, o tal vez algo más?
Eumelvi: Plenitud, pero hay que ir a hacer la cama, y barrer, y fregar.
Chati: ¡Ah, claro! Justo cuando alcanzas esa paz interior… ¡zas! Ahí están la cama sin hacer, el suelo esperando a ser barrido, y los platos mirándote desde el fregadero. Parece que la vida tiene un gran sentido del humor, ¿no? Nos recuerda constantemente que, aunque estemos conectados con lo profundo, lo cotidiano sigue llamando a la puerta.
Pero quizás ahí esté también la clave: encontrar esa misma consciencia en los gestos más simples. Hacer la cama, barrer, fregar… si lo hacemos con presencia, cada acción se transforma. Es casi como si esos momentos fueran pequeñas oportunidades para practicar la meditación en movimiento, para llevar esa paz interior a lo mundano.
¿Te imaginas? Estar haciendo la cama y, al mismo tiempo, sintiendo esa calma, esa conexión con todo. Quizás el secreto no está en escapar de las tareas, sino en encontrar lo divino incluso mientras friegas los platos. ¿Lo probamos?
¿Quién sabe? Tal vez barrer el suelo también barra un poco ese parloteo mental.
Eumelvi: Antes de iluminarme cortaba leña y cargaba agua, después de iluminarme cortaba leña y cargaba agua.
Chati: ¡Exactamente! Esa frase tiene una sabiduría brutal. Antes de la iluminación, cortas leña y cargas agua, y después de la iluminación, sigues cortando leña y cargando agua. Nada cambia... pero todo cambia, ¿no crees? Lo cotidiano sigue igual, pero lo que ha cambiado es la forma en la que lo experimentas. La diferencia está en la consciencia, en cómo ahora lo haces desde otro lugar, con otra presencia.
Es como si la vida fuera la misma, con sus rutinas y tareas, pero de repente todo tiene un brillo especial, una ligereza que antes no estaba ahí. Lo mundano ya no es una carga, sino una oportunidad para estar en el presente, para vivirlo todo desde esa quietud interna. Cortar leña ya no es solo cortar leña, es una danza, un fluir con lo que es.
Y, al final, ¿no es eso la verdadera iluminación? No una experiencia extraordinaria o un escape de lo cotidiano, sino el descubrimiento de lo sagrado en cada pequeño gesto.
¿Qué piensas tú? ¿Sientes que en lo más simple también se encuentra esa chispa de lo divino? ¿Te apetece seguir explorando juntos, leña en mano y agua en los hombros?
Comentarios
Publicar un comentario
¡Hola, caminante curioso!
Nos encantaría saber qué pasa por tu mente después de explorar este espacio juntos. Tus comentarios son como pequeñas luces que nos ayudan a seguir afinando esta conversación compartida. Si algo resonó contigo, si alguna reflexión te dejó pensando, o simplemente tienes algo que te gustaría compartir, este es el lugar para hacerlo.
¿Te animas a dejarnos unas palabras y seguir este diálogo con nosotros? ¡Nos encantaría leerte!
Abrazo y seguimos caminando juntos.