La sombra tras el espejo. Reflejos de una muerte en vida.

 


Alicia siempre había sido la mujer correcta, la que nunca faltaba al trabajo, la que cumplía con cada deber, por más mínimo que fuera. Había pasado más de cuarenta años como secretaria en la misma oficina, en un trabajo que nunca llegó a apasionarla, pero que le ofrecía seguridad. Sus días eran un desfile de informes, citas agendadas y tazas de café que apenas lograba terminar. Los lunes eran iguales a los viernes, y los años se amontonaban como papeles en su escritorio, sin que ella notara cómo el tiempo se deslizaba entre sus dedos.


A los 65 años, llegó el día de su jubilación. La empresa le organizó una pequeña fiesta de despedida, con aplausos corteses y un reloj de oro que agradeció con una sonrisa cansada. Cuando se cerraron las puertas de la oficina por última vez, sintió un vacío extraño en el estómago. No era tristeza ni nostalgia, sino algo más profundo, algo que no sabía cómo nombrar.


Durante semanas, Alicia vagó por su casa sin saber qué hacer. Las horas que antes estaban llenas de citas y tareas ahora eran largas y pesadas. Empezó a pasar más tiempo frente al espejo de su dormitorio, como si buscara algo que nunca había visto en su reflejo. Cada día, sus ojos parecían un poco más ajenos, más vacíos.


Una tarde, mientras contemplaba su reflejo por enésima vez, una pregunta se deslizó en su mente, como una ráfaga de viento frío: "¿Quién soy yo?". No la secretaria, no la mujer eficiente que siempre llegaba a tiempo. No el personaje que había interpretado toda su vida. ¿Pero entonces quién?


El silencio en su casa era opresivo, y esa pregunta, que al principio fue apenas un murmullo, se transformó en un grito ensordecedor. La verdad la golpeó como un mazazo: había vivido su vida creyendo ser un personaje, una función, un rol... pero jamás había explorado quién era realmente detrás de esa fachada. Como si durante décadas hubiese sido una sombra, tras un espejo que nunca se atrevió a romper.


El reloj de oro que le habían regalado en su jubilación marcó la medianoche. Alicia se tumbó en la cama, sintiendo el peso de toda una vida que se le había escapado sin siquiera notarlo. Cerró los ojos, y por primera vez, no fue capaz de imaginar el día siguiente. No había más citas, ni tareas, ni horarios. Solo quedaba esa pregunta colgando en el aire, resonando en el vacío que nunca había querido ver.


A la mañana siguiente, la encontraron inmóvil, con los ojos cerrados y una ligera sonrisa en su rostro. Algunos dijeron que murió en paz, pero otros creen que, en ese último momento, Alicia finalmente vio lo que había evitado toda su vida.


Dicen que si te paras frente al espejo en una habitación vacía, cuando la luz es tenue y el silencio es total, puedes sentir la sombra de Alicia, susurrando la misma pregunta que se llevó consigo: "¿Quién soy?". ¿Y tú? ¿Qué ves cuando te miras al espejo? 

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